Cuando le contamos a nuestros amigos y conocidos que nos íbamos a vivir a Cancún, la expresión que más veces escuchamos fue: ¡QUÉ SUERTE! Unos lo decían por el clima, otros por el paisaje y sus playas, otros porque nos perdían de vista (je,je), otros porque éramos de los afortunados que podrían librarse de la crisis que actualmente golpea nuestra economía... y llegó un momento en el llegamos a creer que marcharse, efectivamente, era una suerte y una gran oportunidad.
Así que, elegimos hacer las maletas y alejarnos durante un tiempo de la familia y amigos (asumiendo la pena de tener que poner tierra de por medio). Cambiábamos una vida cómoda, hecha a la medida de nuestras necesidades y gustos, por otra totalmente desconocida. Y puede que, al principio, parezca sólo una decisión temporal, pero arrastra con ella consecuencias que sólo el tiempo te irá mostrando con más detalle.
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